LA REINA LENIA . cap . 88

Fransua la respondió : - Pero, ¿habéis visto qué cara más bella? Qué brillo, qué ojos, qué… -. Elizabeth le dijo : - Para, Fransua, que no estamos ciegas, y sí, lo hemos visto y realmente es guapa, pero no creo que sea para tanto -. Ícaro la dijo : - ¿Qué no?, pues que me den a mi a todas las chicas así. Esta belleza no la he visto en mi vida, qué dulzura, qué…-. Xiri le dijo : - Lo que nos faltaba. Ahora, estos dos enamorados de una sirena. Esto es para ponerlo en un cuento. Vamos, que ni lo digáis, porque os dicen que estáis alucinando en sueños -.
Al poco tiempo, Brillos de oro volvía cantando, y al llegar donde estaban ellos, les dijo : - Me han dado permiso para acompañaros hasta la entrada al gran paraíso -. Todos se quedaron con caras extrañadas, por sus palabras y la siguieron. Según iban llegando y avanzando a ese paraíso, no podían creer en la gran belleza que escondía el mar. Elizabeth, comentó : - Nunca llegaría a pensar que debajo de nosotros, en las profundidades marinas, existiera tanta belleza y unas vidas cargadas de amistad, sonrisas y dulzura -.
Por donde pasaban, los caballitos de mar les saludaban, las tortugas paraguas les brindaban su ayuda, si se diera el caso. Las estrellitas nocturnas de luz, apartaban el agua de su cuerpo para que así avanzaran más. A la entrada del paraíso, las caracolas con lindos sonidos, avisaban su llegada al paraíso. Fransua, comentó : - Ahora entiendo por qué tienen ese nombre, es un lugar encantador -. Anthea, dijo : - Es bellísimo. Sus árboles tienen brillo, sus casas son de mil colores… -. Xiri, dijo : - ¡Mirad! Tienen unas fuentes enormes y tiene cascadas con muchas flores en ellas. ¡Qué bonito! -. Estaban asombrados de todo lo que estaban viendo.
Al llegar al guardián de la reina, Caballito de mar, Elizabeth le dijo : - Quiénes eran-, y este, muy amable, les acompañó hasta los aposentos de la gran reina, Lenia. Al abrir la puerta Caracola, la reina se quedó mirándolos dulcemente, y con una voz muy bajita, les dijo : - Sed bienvenidos a mi ciudad . Sabed que se os acogerá cordialmente. Decidme a qué es debida vuestra rapidez por ser atendidos por mi -. Fransua, sin apenas poder pronunciar palabra, apenas pudo murmurar : - Queríamos … -, a lo que Elizabeth, al darse cuenta, dijo : - Queríamos, si puede ser, que nos explicara si sabe algún motivo por el cuál todo lo que está pasando en los lagos, y de la desaparición de los animales. Por otra parte, estábamos entusiasmados por conocer a la reina y dueña de esta preciosa ciudad, de la que nos hemos enamorado -. La reina, al escuchar esas bellas palabras de esa niña, se enorgulleció aún más de su paraíso, y la dijo : - Sí, querida niña. De verdad. Continuará.